El Boletín Semanal del Proyecto de Solidaridad con México
10 de marzo de 2021 / Meizhu Lui, para el equipo editorial
Vives en una pequeña granja. Tiene cien plátanos maduros en un racimo que acabas de cortar, mucho más de lo que su familia puede comer. En otra granja, los vecinos tienen gallinas que ponen muchos huevos. ¿Cambiarías algunos plátanos por algunos huevos? Es obvio.
O tal vez tu hija tiene dos unicornios morados y su amiga dos rosas. Ambas prefieren el rosa. Entonces, si tu hija quiere cambiar por una rosa, tendrá que agregar algo como un peluche. Ambas saben que necesitan satisfacer a la otra para obtener lo que quieren. Pueden negociar los términos rápidamente. Ambas salen ganando.
Por supuesto, el vecino podría robarle los plátanos. O una chica mala podría golpear a tu hija y agarrar todos los unicornios. Ese tipo de robo y acoso tiende a caracterizar el comercio mundial mucho más que cualquier búsqueda de beneficio mutuo. Y durante el último cuarto de siglo, desde que la Organización Mundial del Comercio fue inventado, la jerga legal y los emojis de cara feliz han tapado los brutales resultados. El infame TLCAN abrió las compuertas que permitieron que los gigantes corporativos estadounidenses inundaran a México, reduciendo los salarios y las protecciones para los trabajadores en ambos países.
En julio pasado, un nuevo acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá, el T-MEC, reemplazó al TLCAN. ¿Qué ha cambiado? Los observadores progresistas tienen dudas. Pero un activista del comercio mundial no se fija en lo que no ha permanecido igual. Daniel Rangel está considerando el T-MEC en sus propios términos. Él pregunta si el nuevo acuerdo les da a los trabajadores más influencia sobre los patrones. En Voces de esta semana, tenemos sus respuestas.
¿Y los unicornios? Algunos dicen que no existen, pero díselo a tu hija. Algunos dicen que los acuerdos comerciales negociados por y para los trabajadores tampoco no se pueden realizar. Pero nosotros sí podemos hacerlos reales. El mundo tiene suficientes plátanos y huevos para todos.
Daniel Rangel se dedicó al comercio internacional y el derecho antimonopolio en su natal Colombia antes de viajar al extranjero para estudiar Política Económica Internacional y Estudios Jurídicos Internacionales en Francia y Estados Unidos. Con el deseo de desempeñar un papel en la lucha global por un orden económico internacional justo y sostenible, se convirtió en Director de Investigación de Public Citizen’s Global Trade Watch.
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