Liberation Road

El Huracán Irma: La Intersección de Raza, Clase, y Ecología

Por Badili Jones

Vine a Miami hace unos diez años. Miami es un destino turístico y un centro bancario internacional, entre otras cosas. Es un lugar donde, debido a circunstancias sociales e históricas, el español es prácticamente el idioma principal, el criollo haitiano es el segundo e inglés puede ser el tercero con el portugués brasileño siendo como cuarto cercano.

Miami es un lugar difícil de vivir, situado en el sur de la Florida, el nivel de desigualdad de ingresos y el desprecio por muchos funcionarios electos cuando se trata particularmente a las comunidades negra, latinas y caribeñas es pronunciada. Por otro lado, el clima, generalmente, ha sido la característica más atractiva de vivir en Miami. Pensé que estaba viviendo una vida encantada cuando se trataba de mi existencia en Miami, al menos cuando se trataba del tiempo. Diez años y ningún huracán mayor. El año pasado, Miami se acercó con el huracán Matthew, que fue un huracán de categoría cinco que devastó el Caribe, pero por poco no tocóa Miami. Matthew dejó 603 muertes y $15.1 mil millones en daños y daños.

Para mí, el huracán Irma rompió la fantasía. Todavía nos queda saber de la devastación total de Irma y su predecesor Harvey. Irma fue una maestra rápida sobre la preparación de huracanes, sobre lo que sucede durante y después de un huracán. Decidí no dejar mi casa porque no tenía los recursos para salir a un lugar seguro.

El desempleo y la falta de recursos económicos me ayudó decidir a quedarme. Además, no vivía en ninguna de las Zonas de Planificación de Tormentas A-E. Cada zona fue delineada por el riesgo averiguado de oleaje de tormenta en relación con la categoría de tormenta. Por ejemplo, la Zona A estaba en riesgo de oleaje de tormenta de un huracán de categoría uno.

Vivo en una área relativamente alta en Little Haiti. No es extraño que hoy este barrio sea el blanco de la limpieza étnica y social, también conocida como gentrificación. La comunidad, incluso antes de Irma, ha estado en el proceso de resistir la agresiva embestida de los desarrolladores y la especulación inmobiliaria. Indudablemente, los lobos capitalistas estarán babeando con sus mandíbulas abiertas.

Justo antes de la tormenta, las personas invadían las tiendas para comprar agua embotellada, conservas y otros alimentos no perecederos junto con baterías, carbón y linternas, entre otras cosas. Para el viernes por la noche, la mayoría de las tiendas prácticamente habían acabado toda su mercancía.

Las personas que estaban planeando ir a lugares distantes fuera del estado estaban en camino y en ningún momento las carreteras estaban abiertas. El Gobernador fue “lo suficientemente generoso” para eliminar las cuotas que en otras ocasiones consumen las ganancias de las personas que deben desplazarse diariamente. Algunas personas gastan hasta $200 dólares por semana en cuotas. Las personas que no podían escapar no estaban preparadas para ir a los centros de evacuación designados, que en su mayor parte eran escuelas. La gente tenía que traer su propia ropa de cama y provisiones. Los refugios se llenaron rápidamente.

Me quedé solo en mi departamento/casita de segundo piso. Mis ventanas estaban cerradas y abordadas y tenía agua, comida y bocadillos. Tenía libros en mi tablet y estaba planeando conservar mi teléfono, poco sabía que mi teléfono dejaría de.

Irma nos llegaba poquito a poco. Oí hablar de la devastación de la sla de Barbuda, la trayectoria de la tormenta y los llamados modelos de espaguetis. Los meteorólogos no pudieron determinar exactamente dónde Irma terminaría y en su mayor parte la gente se preparaba para un golpe directo.

Como la gente me llamaba para preguntar cómo estaba yo miré hacia fuera en un cielo soleado, parcialmente nublado, con apenas una brisa. “Estoy bien, no hay problema”, mientras miraba a mi alrededor y notaba los defectos estructurales de mi diminuto departamento. Me pregunté si la grieta debajo de la puerta es un problema, y creía que el mango iba a estar bien. Poco a poco, Irma entró y yo me senté en mi pequeño desembarco afuera mientras el calor y la claustrofobia crecían adentro.

El domingo por la mañana los vientos habían aumentado y las palmeras se balanceaban bajo los fuertes vientos. Me senté y leí y vi algunas películas que había descargado en mi tableta, asegurándome de mantener mi electrónica en carga máxima porque se hizo evidente que la única pregunta era, “¿Cuándo se apagará la luz?”

La tormenta llegó a la cima de la ferocidad en Miami alrededor del mediodía y las luces se habían ido y yo tenía dudas sobre quedarme. Mi tableta finalmente perdió la carga y no tenía medios para mantenerlo cargado. Apagué el teléfono para intentar conservar energía. La mayoría de mis vecinos estaban detrás de sus contraventanas y me preguntaba si tenían dudas como yo, “Tal vez hubiera ido”.

Así que me senté y me dormí en la oscuridad mordisqueando mis bocadillos de huracán y bebiendo agua mientras Irma golpeaba y aullaba afuera con viento y lluvia. La casa vibraba con cada gran ráfaga de viento. Me recordó que aunque me había preparado más o menos, en verdad no estaba nada preparado.

Podía sentir que el viento se había calmado y la lluvia también. Me atreví mirar hacia fuera. Al salir de mi puerta pude ver árboles, grandes y pequeños, arrojados por todas partes. Muchos de ellos por las calles. Algunos habían caído encima de inmuebles. Todas las luces en el barrio estaban apagadas y, como el anochecer se volvió a la noche la ausencia de energía eléctrica lanzó una misteriosa mortaja por todos lados. Y hubo silencio porque la mayoría de la gente no había salido de sus refugios.

Después de todo quedó el enorme trabajo de limpieza. Cables eléctricas y árboles que se extienden por todas partes y comunidades sin electricidad. En este momento mientras me siento aquí este viernes por la tarde después que pasó el huracán, muchas de las comunidades de bajos ingresos todavía están sin energía eléctrica. FEMA (Agencia Federal de Manejo de Emergencias) y la Cruz Roja no existe. Salí con una coalición comunitaria que está echando ganas de responder a lo que realmente es un desastre atendiendo a los sectores más desatendidos y vulnerables de Miami.

El Fondo para la Recuperación de la Comunidad del Huracán Irma es el resultado de organizaciones basadas principalmente en comunidades de color en el estado de Florida, que intentan tomar los esfuerzos de recuperación de desastres en sus propias manos. El sur de la Florida, que está en la primera línea del cambio climático y está gobernado por una administración estatal que ni siquiera permite a sus emplead@s hablar sobre el calentamiento global y el cambio climático, ha mostrado durante algún tiempo el impacto de décadas de calentamiento. Las partes de Miami Beach se inundan incluso en días soleados cuando las mareas son especialmente altas.

No sería una exageración decir que los funcionarios del condado y de la ciudad no han tomado ningún esfuerzo por para organizar cualquier alivio en las comunidades de la clase trabajadora de color tales como Overtown (mayoritariamente negra), Little Havana (predominantemente Latin@), Little Haiti), o Homestead (que tiene una gran población indígena de trabajador@s agrícolas).

Hay algunas lecciones claras para aprender de la vida en Miami y como sobrevivir Irma:

El cambio climático es real y puede que el calentamiento global y el aumento del nivel del mar no es causa de estas tormentas, pero, las hacen cada vez más severas. Irma fue el huracán más grande del Atlántico en la historia registrada. (El registro conocido más temprano del huracán es del año 1495).

Irma y Harvey muestran que la gente de bajos ingresos en las comunidades de color, y la gente de la clase trabajadora son los más vulnerables y se colocan en las primeras filas cuando se trata de los impactos del cambio climático de diferentes maneras. Una manera de ver esto en Miami es que las comunidades negras históricas, asentadas cerca de las vías de ferrocarriles, que fueron construidos en terrenos más altos porque la tierra era menos deseable para los blancos más ricos. Los desarrolladores están mirando a estas comunidades establecidas y ocupadas por varios grupos étnicos de color y han iniciado una forma de desplazamiento étnico y social que se dirige a destruir estas comunidades únicas en el sur de la Florida.

Irma plantea la pregunta: “¿Qué sería una preparación de desastre protagónica y democrática, y una sería respuesta?” ¿Y si hubiera más refugios que estuvieran completamente abastecidos con comida, agua y otras cosas esenciales para enfrentar el desastre? ¿Qué pasaría si hubiera un plan de desastre que no dependiera irónicamente de miles de coches emisores de carbono para llevar a la gente a un lugar seguro? ¿Qué pasaría si las personas que probablemente serían las más afectadas fueran las que planifican y administran el plan de respuesta a desastres?

Decir lo que uno quiere sobre la situación política y social en Cuba, la esta nación isleña caribeña ha sido capaz de soportar tormentas devastadoras que demolieron todo en su camino con un mínimo de muertes. Cuba tiene un sistema que entregará poblaciones propensas a inundaciones a centros que ya cuentan con personal médico y tienen suficientes abastos de alimentos y agua. Cada manzana tiene a alguien con la responsabilidad de dar cuenta de tod@s durante un huracán con especial atención a los enfermos y los ancianos. Aquí en Miami, ocho ancianos murieron en un asilo debido a causas relacionadas con el calor y el asilo estaba justo en frente de un hospital.

Debido a que muchas personas en el sur de la Florida, y otras partes del país, vienen de los países que han sido gravemente afectados por estas tormentas, este no es el momento de rescindir la Política de Protección Temporal (TPS). Los Estados Unidos sólo permiten a personas de diez países obtener TPS. Esto permite que la gente se quede en los Estados Unidos y que no pueda regresar a su país de manera segura debido a un desastre o conflicto armado. La administración Trump está tratando de eliminar el TPS en vez de brindar alivio a estas poblaciones afectadas.

Real alivio de desastres en los Estados Unidos y países afectados. La gente hace donaciones de miles de millones de dólares a organizaciones benéficas que tienen poca o ninguna responsabilidad sobre lo que hacen con esas donaciones. La mayor parte del dinero termina en los bolsillos de altos ejecutivos y administradores. Notoriamente, la Cruz Roja gastó $500 millones en socorro de terremoto en Haití después del terremoto de 2010, y el resultado fue la construcción de seis casas. Pocos de esos fondos proporcionaron alivio a largo plazo.

El cambio climático no puede ser abordado sustancialmente sin la justicia climática. Tan grande como Irma fue, debemos ser conscientes de que el impacto del cambio climático es internacional, desde deslizamientos de tierra en Sierra Leone, a las inundaciones en el sur de Asia, a los incendios forestales en Europa. Debemos ver que este es un fenómeno global y que está todo interconectado, lo cual afecta claramente a l@s más pobres y marginad@s. El trabajo no sólo debe hacerse para verificar las causas de los cambios climáticos globales. También se debe hacer un esfuerzo para abordar con justicia la forma en que las personas se ven afectadas por el cambio climático. Las poblaciones tienen un impacto único en cuanto a clase, raza, género y otros factores. Principalmente, quién tiene poder y quién no. Debemos invertir el equilibrio del poder. El capitalismo es, y sigue siendo, el factor causal fundamental del cambio climático. Necesitamos un movimiento que entienda esto y centre la participación y el liderazgo de aquell@s que son impactad@s y que tienen el mayor interés en la eliminación del capitalismo. Mientras existan sistemas que pone prioridad en las ganancias máximas sobre las necesidades humanas y la dignidad humana, no tenemos ninguna posibilidad de detener completamente los efectos devastadores del cambio climático.

No podemos esperar a que se establezca la sociedad socialista. Con un sentido de urgencia, debemos abordar esto ahora. La construcción del poder político y la organización entre las poblaciones afectadas junto con forjar un frente unido contra las fuerzas que obstaculizan la justicia climática es el comienzo. Pasos significativos hacia una sociedad más democrática y participativa en todos los aspectos de nuestra sociedad sería un gran paso adelante. Esta no es una lucha de una sola cuestión, sino una lucha que aborda la causa raíz de la opresión y la desigualdad en el mundo.