por Javier Bravo
Guanajuato, México
Morena inició su actividad en 2009-2010 como un movimiento social orientado a la lucha contra la corrupción, la impunidad y el neoliberalismo, a apoyar a las candidaturas de presidente de la República, gobernadores, diputados de los partidos políticos de izquierda, y sobre todo promover la candidatura de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones generales de 2012. Previamente, en 2006, el presidente Vicente Fox había operado políticamente para impedir que fuera nombrado candidato presidencial López Obrador, un político que, incluso sus enemigos, reconocen como honesto y consistente en su lucha de izquierda. Este político decidió separarse de los partidos que lo impulsaban y propuso la transformación de Morena de un movimiento social nacional, en un partido político. Su propuesta fue aceptada por mayoría en asambleas locales municipales.
Tras dos elecciones nacionales con resultado fraudulento, Morena resurge protagonizando una épica lucha, en 2014, cuando concluyó la promulgación de una serie de reformas neoliberales contra las cuales también se manifestaron sectores sociales sin adscripción a partidos políticos. Una de esas reformas, la energética, significa un retorno a la primera mitad de los años 30 del siglo XX, cuando pertenecían a compañías extranjeras los yacimientos petroleros y prácticamente toda la industria de exploración, perforación, extracción, refinación, distribución y venta de derivados. El 18 de marzo de 1938 el presidente Lázaro Cárdenas del Río decretó la expropiación de la industria energética para encauzarla al desarrollo nacional. Desde entonces, el petróleo había sido la fuente principal de ingresos que permitía al estado mexicano sostener, por ejemplo, la construcción de hospitales y carreteras, escuelas públicas y vivienda. Hoy el gobierno de Peña Nieto ha conseguido que los legisladores de derecha aprueben esta traición.
Debido a agravios de esa magnitud, la historia de nuestro país está llena de heroicos actos de resistencia, de luchas y movimientos sociales, de revoluciones que han transformado las relaciones del pueblo ante el poder y que nos han configurado como un pueblo que ante la crisis responde indignado, pero con dignidad y valentía. Los años 60 y 70 del siglo XX fueron marcados por movimientos guerrilleros que, a su modo, se oponían a la inmoral pobreza de las familias en estados como Guerrero. Mientras todo esto ocurría, los grupos de poder fáctico han venido consolidando su influencia en las decisiones sobre economía y política, lo que se ha reflejado en la privatización de valores de la nación, cuyo monopolio estaba orientado a controlar bienes y servicios estratégicos, originariamente para el desarrollo general.
Justamente en la década de los 80 se dio un agravio más: el fraude electoral que arrebató la presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas, el candidato de la amplia y multicultural oposición de izquierda. Así, Carlos Salinas de Gortari se convirtió en el ilegítimo presidente en un gobierno de perfil abiertamente neoliberal. El gasolinazo de hoy es consecuencia directa de las políticas depredadoras que saquean la riqueza colectiva de la nación en aras del beneficio privado capitalista. Otros presidentes neoliberales le sucedieron, dos de los cuales también accedieron al mando de las instituciones de manera ilegítima: Felipe de Jesús Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto.
Esta vergonzosa serie de desgarramientos del país y fraudes electorales ha hecho madurar la conciencia colectiva y crea condiciones objetivas para un cambio de régimen. Especialmente en este último sexenio, las manifestaciones masivas se han multiplicado y son reacciones ante las intenciones manifiestas ─y acciones flagrantes─ de escandalosa y cínica corrupción del presidente Peña y su primer círculo, intenciones y acciones que tienden a privatizar los estratégicos recursos energéticos del país, que imponen una reforma educativa carente de consenso, que liberalizan el precio de las gasolinas con la consecuente escalada del precio de la canasta básica, y un largo etcétera.
De modo que el gasolinazo, con toda su gravedad y con la violencia que implica (pues genera aún más pobreza en el pueblo y la pobreza es una expresión del despojo, que es violencia), con todo ello, no es sino el eslabón más visible de esa cadena de agresiones del poder hacia la sociedad.
Entendemos la política, en cambio, como un campo de la vida humana que debe conducir a la construcción de una sociedad solidaria, que erradique los privilegios y la corrupción, el machismo y la violencia, que desarrolle las economías sustentables y la vida comunitaria, las relaciones sociales igualitarias y el cuidado del medioambiente.
Por lo anterior reiteramos a todos los indignados de México nuestra solidaridad y la convicción de que su indignación es justa, su rabia es digna y nos sumamos a las múltiples y muy diversas manifestaciones que correctamente exigen la derogación de las contrarreformas neoliberales de este gobierno, la eliminación de los gasolinazos, que exigen la no liberalización de los precios de los combustibles y juicio político a Peña Nieto.
Asimismo, manifestamos nuestra convicción y esperanza de que otra forma de hacer política es posible, con cercanía a la mayoría de la gente, a las víctimas, a las minorías discriminadas, a la naturaleza hoy sobrexplotada. Una política que dé sustento racional a la vida, voz a las víctimas, rostro a los olvidados, esperanza a los marginados.
Hoy nos une el sentimiento de ser, todas y todos, víctimas de un gobierno y un régimen muy lejano del pueblo y su dolor. Por ello es justo y necesario informarse y llamar las cosas por su nombre, concientizarnos, organizarnos y participar con valentía en las acciones colectivas como plantones, mítines, marchas, redes sociales, brigadas informativas en barrios y comunidades. El valor de participar en la vida pública, la unidad de voluntades críticas, la identidad entre nosotros como víctimas, el discurso crítico y analítico, la esperanza en el futuro solidario, la mirada integradora que una las luchas particulares en un gran movimiento transformador, la acción colectiva en forma de marchas y mítines y plantones y huelgas de hambre y huelgas a secas y paros y el activismo en redes sociales y la rabia por el dolor ajeno y la no violencia… todo ello debe entenderse como cualidades y conductas necesarias e intrínsecas de ser ciudadanos y ser sociedad civil.
Como puede verse, nos manifestamos a favor de la buena política, la participativa, que incluye las luchas y movimientos sociales progresistas como agentes populares del cambio histórico. Pero también exigimos que el Congreso de la Unión ponga freno a las políticas privatizadoras que despojan a nuestra sociedad de las pocas garantías que aún le quedan. Exigimos, finalmente, que quienes encabezan el Poder Ejecutivo hoy: Enrique Peña Nieto y su gabinete entero, renuncien inmediatamente y sean juzgados como traidores a la patria.
Exigimos que los restantes dos poderes constitucionales escuchen verdaderamente la voz del poder popular que hoy, indignado, les reclama por permitir que por décadas los bolsillos y los hogares de la población trabajadora y sus familias hayan sido saqueados impunemente. Exigimos que los poderes Legislativo y Judicial den muestras del nacionalismo que han olvidado en aras de valores mezquinos, y recuperen los recursos naturales energéticos de México, que reorienten la política nacional, pero ahora y por siempre de la mano del pueblo.
¡Nunca más una traición al pueblo trabajador de México!