El Boletín Semanal del Proyecto de Solidaridad con México
3 de marzo de 2021 / Meizhu Lui, para el equipo editorial
Acurrucado en el seno de una familia amorosa, solía leer sobre personas que vivían bajo la constante amenaza del terror y me preguntaba cómo podrían continuar con su vida diaria. En Haití bajo Duvalier, por ejemplo, uno de los Tonton Macoute podría derribar tu puerta al azar y matarte con un machete. Pero luego la violencia entró en mi propia vida, a través de alguien que supuestamente me amaba. No sabía cuándo ni dónde me podrían asfixiar, secuestrar o sacarme de un automóvil en movimiento. Enfrenté una violencia que podría estallar en cualquier momento, mientras cocinaba o conducía al trabajo o simplemente dormía: desempeñando las funciones mundanas de una vida ordinaria.
En México, uno de los lugares más peligrosos del mundo para ser mujer desde que comenzaron la guerra contra las drogas, la amenaza de violencia puede provenir de casi cualquier lugar. Te pueden golpear, violar o matar por decir sí o por decir no, por decir la verdad o por mentir, por ser trans o simplemente por ser mujer, un objeto desechable para ser usado y descartado.
Este tipo de desprecio por la vida de las mujeres tiene raíces antiguas. También lo hace la resistencia a esta opresión. Como movimientos organizados, esta resistencia viene en oleadas y de diferentes fuentes de indignación. En el México de mediados del siglo XIX, las mujeres de mayor estatus exigían el derecho a la educación. En la década de 1930, las maestras lideraron un auge de campesinos y exigieron el derecho al voto y el derecho a la tierra. En la década de 1970, los derechos reproductivos se volvieron primordiales. Hoy, como aprendemos en el número de esta semana de la feminista mexicana Heather Dashner, la epidemia de violencia contra las mujeres ha galvanizado a una nueva generación de activistas.
Mira a tu alrededor. Una de cada tres mujeres ha conocido el temor de preguntarse qué violencia le está esperando. Ese miedo se encuentra tan cerca como la mujer con la que te cruzas en la calle o encuentras sentada en la habitación contigua. Tan cerca como tú. Tan cerca como yo. Un pensamiento para el Día Internacional de la Mujer: la resistencia no puede ser opcional mientras el terror siga siendo algo común.
En la década de 1980, las mujeres trabajadoras y campesinas formaron organizaciones comunitarias en respuesta la economía deteriorada. Sus problemas se centraban en las tareas que las mujeres realizan en casa: “¡No hay agua!” “¡Necesitamos electricidad!” Y las costureras se organizaron – y ganaron una gran victoria en el reconocimiento sindical – después del terremoto de 1985 cuando los dueños de las empresas ropa llegaron a rescatar las máquinas de coser, pero no hicieron nada para ayudar a sus trabajadoras.
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