El Boletín Semanal del Proyecto de Solidaridad con México
20 de enero de 2021/ Meizhu Lui, para el equipo editorial
Hace dos semanas, la violencia de las turbas estalló en el Capitolio de los Estados Unidos y dejó cinco muertos. Vivimos tiempos violentos. Niños fusilados en sus escuelas. La policía asesina a los negros en una ciudad tras otra, los supremacistas blancos disparan a los judíos y negro sus lugares de adoración. Los restos de familias migrantes se encuantran horneándose en el desierto, otros cuerpos son encontrados flotando en el Río Grande.
En México, la violencia es parte de la vida cotidiana. Los estudiantes desaparecieron. Las guerras contra las drogas están plagadas de torturas y asesinatos al azar. Asesinatos políticos de periodistas y políticos. Mujeres desmembradas y desolladas solo por ser mujeres.
Las atrocidades se aumentan y nos quedamos en estado de choque. Las estadísticas nos distancian de los muertos. Pasamos a la página de deportes.
Pero cada estadística representa un cuerpo real, y cada cuerpo tiene a alguien que debe lidiar con la realidad corporal: personas que limpian la sangre, buscan fragmentos de huesos en la tierra, examinan las heridas en busca de signos de tortura o lucha, extraen fluidos corporales con jeringas. Estas personas están viendo, oliendo, tocando lo que solía ser una persona que tenía una madre, compañeros de trabajo, una vida. Pueden hablar con los seres queridos de esa persona. ¿Qué haces con esa intimidad?
En nuestra entrevista de Voces esta semana, escuchamos acerca de dos personas que han manejado evidencia corporal de violencia y la han puesto en el arte. Estas dos personas no pueden olvidar y no quieren que olvidemos a los que se han perdido.
¿Podemos imaginar un mundo libre del miedo a la violencia? En esta coyuntura histórica, con mayor violencia o mayor paz en el equilibrio, debemos estar decididos a hacer de ese nuevo mundo su mundo, mi mundo, nuestro mundo.
Leonard Correa trabajó durante años como investigador de crímenes en el sur de California, tomando fotografías de las víctimas y los lugares donde los crímenes les ocurrieron. Con el tiempo, recurriría a la fotografía personal como una forma de lidiar con su incapacidad para olvidar los trágicos eventos que estaba documentando. En un trabajo asignado, Correa descubrió que su propio primo había sido asesinado a tiros. Sus apasionantes fotografías ahora han aparecido ampliamente en exposiciones de arte.
La tierra también estaba corrompida ante Dios, y la tierra estaba llena de violencia. Génesis 6:11