Si era inaceptable que los rusos interfirieran en las elecciones de los Estados Unidos, ¿qué podría justificar movidas para un golpe de estado por parte de los Estados Unidos?
El gobierno de los Estados Unidos jamás aceptó el proceso Revolucionario Bolivariano en Venezuela desde el día en que el difunto Hugo Chávez fue elegido presidente en 1998. Junto con una rabiosa oposición de derecha, los Estados Unidos durante cuatro administraciones presidenciales, ha hecho todo posible para desestabilizar el proceso bolivariano. Después de la muerte de Chávez y al ascenso del presidente Maduro, el gobierno de los Estados Unidos aumentó sus esfuerzos para estrangular Venezuela, lo que resultó en la decisión absurda y obscena de escoger a un nuevo presidente de Venezuela el 23 de enero, a pesar de que Maduro que fue elegido en 2018.
Aunque el fallecido presidente Chávez proclamó la necesidad de lo que él llamó “socialismo del siglo XXI”, la realidad era que Venezuela nunca se convirtió en un estado socialista. Esto no es una crítica. El mismo Chávez lo tenía claro. Reconoció y declaró que su coalición había ganado lo que se conoce como “poder de gobierno” en el contexto de un estado capitalista, pero que su coalición no había ganado el poder estatal. La distinción es increíblemente importante. Chávez, y luego Maduro, introdujeron reformas importantes que mejoraron el nivel de vida del pueblo venezolano. Lo que no pudieron hacer fue embarcarse en un proyecto que pudiera trascender completamente los límites del estado capitalista venezolano, a pesar de importantes victorias y reformas progresistas.
El gobierno de Maduro parece haber cometido, a lo largo de su mandato, una serie de errores significativos, incluido el manejo de la economía y la creciente intolerancia a las críticas de fuerzas populares y de la oposición. Es importante señalar esto porque la oposición derechista venezolana y la interferencia de los Estados Unidos no deben presuponer un acuerdo con todas y cada una de las políticas de la administración de Maduro. De hecho, no es necesario estar de acuerdo con la administración de Maduro para comprender que el objetivo de la derecha venezolana y los títeres de los Estados Unidos es hacer retroceder los avances cuando Venezuela era abiertamente servil a los objetivos de EEUU y el capitalismo global.
La interferencia descarada en los asuntos internos de Venezuela por parte de Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y muchos otros países es inaceptable e hipócrita. Solo hay que pensar en las acusaciones de interferencia rusa en las elecciones en los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, por nombrar solo tres países, para ver su hipocresía transparente cuando se trata de Venezuela. Si era inaceptable que los rusos interfirieran en las elecciones de los Estados Unidos, ¿qué podría justificar movidas para un golpe de estado por parte de los Estados Unidos?
Nuestras demandas deben ser claras. Primero, la no intervención de cualquier forma en los asuntos internos de Venezuela. En segundo lugar, apoyar a los esfuerzos de paz y mediación de México, Uruguay y el Vaticano. Tercero, bajo ninguna circunstancia se deben realizar operaciones militares abiertas o clandestinas contra Venezuela. Cuarto, nosotr@s de la izquierda, debemos construir la solidaridad con aquellas fuerzas en Venezuela que luchan para ampliar y profundizar la Revolución Bolivariana. Quinto, cualquier crítica al gobierno de Maduro debe ser de naturaleza constructiva y de ninguna manera apoyar la intervención de los Estados Unidos y/o sus representantes en América Latina. Sexto, es fundamental que entendamos que los objetivos de la oposición de derecha en Venezuela y sus amos títeres aquí en los EE. UU. son revertir las reformas que existentes y, entre otras cosas, fortalecer, en lugar de demoler, el muro racial que ha dividido a la sociedad venezolana entre los descendientes de europeos, por una parte, y los descendientes de african@s e indígenas, por otra.
¡La revolución debe continuar!